El gobierno porteño desalojó a vendedores ambulantes en el barrio de Flores, en una puesta de escena habitual que, pasados los días, vuelve a “normalizarse” con el regreso de los mismos manteros a las mismas veredas del mismo barrio, algo que pueden dar fe los comerciantes afectados por este problema. En paralelo, a pocos barrios de distancia, la situación en el Once se agrava día tras día.

Según relevó la Cámara de Comerciantes Mayoristas e Industriales (Cadmira), sólo en el barrio de Once hay alrededor de 2000 puestos que venden desde remeras, pantalones y anteojos hasta frutas, verduras y alimentos varios sin ningún tipo de control bromatológico. Desde la entidad aseguran que “hubo algún que otro simulacro de desalojo”, como el realizado en Flores, pero que luego de cada operativo, con el correr de los días, la situación se vuelve a “desmadrar”.

A pesar de los esfuerzos de Cadmira para que el gobierno de la Ciudad tome cartas en el asunto, el sentimiento de los comerciantes es de “complicidad frente a la venta ilegal, a la usurpación del espacio público y de fraude marcario, con el consecuente perjuicio a los locales instalados legalmente, además del malestar de los vecinos y el deterioro que están sufriendo los dueños de los locales”.

Desde Cadmira asegura que esta situación es una “olla a presión en la que si desde las autoridades no buscan una solución va a haber más enfrentamientos entre vecinos comerciantes y los puestos de los que ya se vienen sucediendo”.